
“Cuando se piensa en un libro infantil sobre poesía, todo el mundo espera que empiece a pasar por nuestra imaginación un desfile de animales: el gatito, el perrito, el osito, muchos animales rimando en diminutivo. Parece como si los niños poetas tuvieran que estar siempre entre los animales de una granja, o de un zoológico, o pensando en el perro del vecino” (1).
Por: Natalia S. Moreno para Canal Cultura
En la carrera de Creación Literaria de la Universidad Central, nos han dicho en varias ocasiones que cuando escribamos para niños no debemos pensar que son tontos, hay que exigirles en la lectura, así como las películas de Disney que proponen giros narrativos, plasman el viaje del héroe y trabajan temas tan complejos como la muerte.
Tener 6 años, no saber amarrarse los zapatos, creer en Papá Noel, dibujar soles verdes y cielos rojos no significa ser un tonto y si así lo fuera, entonces todos los escritores seríamos unos grandísimos tontos.
“La poesía es un mundo de palabras que nos hace conocer nuestro planeta”, Mateo Wilches, 10 años.
Hace algunos años en una clase de poesía, el profesor dijo: ‹‹La poesía es verlo todo con ojos de niño››. El niño tiene pupilas telescópicas, su visión está más allá de las estrellas, las montañas y el mar, él no necesita una nave espacial para describir la forma de las galaxias, la textura de los planetas o el olor de un hoyo negro. Pregúntale y tendrás una respuesta en pocos minutos (la ciencia envidia la rapidez de los niños). ¿Cuál es la relación entre el niño y la poesía? El niño, al igual que la poesía, se adentra en la carne del mundo y de la palabra, les extrae eso tan oculto, misterioso e invisible que ni la realidad, ni la ciencia, ni la física, pueden decir cómo se llama, pero que al leer un gran poema y escuchar a un niño lo sentirá presente. El niño piensa en lo que no está, en lo que no ha sido estudiado y eso es lo que requiere el poeta para no caer en el lugar común: remitirse a lo indefinido, invisible y lejano, valerse de la ficción, semilla de la realidad. Debe ser ciego en algún momento, para no describir desde el lugar común y hablar desde los olores, las texturas y detalles.
ESCRITURA -Juana Korina Hurtado Melo, 12 años
Yo escribo
con la pregunta de la hierba.
Pienso con el corazón.
El segundo aspecto que comparten es el juego. En la poesía las palabras se mezclan entre ellas, se encuentran por primera vez unas con otras.
ADVERTENCIA: No es necesario sacarle los ojos al niño para ver el mundo de la poesía, el adulto tiene esa visión, sólo que no debe dejarla opacar.
NEGRILLA- Cristian Cárdenas Patarroyo, 12 años
… Sonríes
Y la lluvia rompe las cadenas.
No hay razón para el pájaro.
Los demás están arrodillados

Por la fantasía.
La luz de los peces es un juego de niños, un grito de 10 chicos y chicas que quieren demostrar que no son tontos. Una de los integrantes tiene 20 años, pero siente que la poesía la hace aún más niña. En esta antología poética, el Colectivo de escritores emergentes Plumas Errantes, de niños y jóvenes entre los 9 y 20 años, no habla de perritos, gatitos ni ositos porque se han sentado frente al mundo para mirarlo con sus ojos telescópicos y han descubierto muchas cosas más. En este libro sus autores reflexionan sobre la escritura, la violencia de nuestro país, el amor y el tiempo, por medio de sus poemas logran demostrarle a sus padres, formadores y demás adultos que son capaces de pensar en los temas que se creen no son para ellos y que ser niños no los hace ciegos ni los salva de las preguntas sobre la condición humana.
EL RELOJ- Daira Camila Gonzáles Abril, 15 años.
El reloj tiene las horas
Y los minutos
Contados.
Él sabe
Exactamente
Cuando
Se debe hacer
Cada cosa.
Es preciso.
A veces se equivoca
Pero devuelve
Las manecillas
A su lugar
Y todo vuelve a la normalidad.
Aunque
Nadie lo sepa
El reloj le roba
Los minutos a Dios.
Estos niños se enfrentan a Dios por medio de la poesía, se sientan frente a él y le hablan sin miedo, es como si ella los volviera del mismo tamaño, inmensos como torres o diminutos como dos granos de arena.
VACÍO EN LA NATURALEZA- Tatiana Soriano Moreno, 17 años
La insensatez del mundo
gira sobre la uña de Dios,
los granos de arena
no son suficientes
para esconder
elefantes melancólicos.
Plumas Errantes nació en el Crea de Suba y ha tenido como formadores a Henry Alexander Gómez, Constanza Martínez Camacho y Saúl Gómez Mantilla.
“Cuando llegué al Crea no sabía que era literatura, pero igual me inscribí”, Daniel Jesús Cortés, 9 años.
“En el Crea todos tenemos una voz, allí podemos crecer en el arte” Laura Estefanía Avendaño, 12 años.

Estos niños han tomado el papel de escritores muy enserio, tanto que algunos días no se sienten como tal y prefirieren irse a jugar y no forzarse a crear. Han aprendido a dudar, a tachar el poema y memorizarlo, no han encontrado el verso preciso y han desistido, han entendido que la fuente de proteína para la escritura no es la inspiración, que la lectura del poema en voz alta eleva o hunde la obra y que tomar el lenguaje es como una masa de harina para hacer arepas con la que se puede jugar a formar serpientes o anillos de mantequilla. Han robado a autores como Rimbaud, Mery Yolanda Sánchez y Alejandra Pizarnik para su propia escritura, su edad no ha sido límite para la lectura porque en ningún lado dice: ‹‹ este poema es apto para mayores de 30 años o se recomienda dejar este poema fuera del alcance de los niños››.
EL CREPÚSCULO DE SU VIDA – Gabriel Esteban Varón, 10 años.
El hombre al final del resplandor
Ve la luz de color rojo
Es Eritia, su belleza lo deslumbra,
Es su último momento
Antes de pasar al más allá.
Porque su hilo ha sido cortado
Atropos ha usado sus tijeras.
Cuando les entregaron sus libros, los niños parecían Chris Gardner de En búsqueda de la felicidad con sus cajas de cartón. Ellos caminaban por el centro de Suba en busca de personas a las cuales vender su obra. En ese punto tomaré el papel de vendedora y diré la razón por la cual deben comprar este libro. En La luz de los peces está la sinceridad y la inocencia de la poesía porque no busca ser halagada por miles de personas ni espera aplausos ni estatuas, solo quiere estar allí como los niños jugando escondite toda la tarde. Es una poesía telescópica que observa con detalle el mundo y encuentra la luz de los peces, la grieta de agua de los sombreros y el reloj de los pulmones que nos da aliento para la venganza (2). Estos niños son la primera palabra que un pez pronunció.
1. García Montero Luis (2015), Lecciones de poesía para niños inquietos, Agenda cultural Gimnasio Moderno. Página 16.
2. Plumas Errantes (2017), La luz de los peces, Imagen Editorial.
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