Autorretrato en algún lugar del cielo


ENSOÑACIÓN: SALAR DE UYUNI

el horizonte solo te permite seguir y seguir soñando

Por:  Eugenia Camacho   – Potosí, Bolivia / 15  para Canal Cultura

Era febrero. Con suerte la mejor época para visitar el salar. Por millones de años existieron lagos que cubrieron incluso una mayor extensión que esos 10.500 kilómetros cuadrados de superficie. La evaporación dejó al descubierto tal vez las últimas capas de sal marina del altiplano sur.

Como sea que haya sido, el salar de Uyuni es sin duda “un lugar más allá del tiempo”.

Incluso en el verano Uyuni es gélido. Durante el día el sol arde con ganas de chamuscar todo lo que se mueva por su suelo altiplánico. Los atardeceres son una amalgama de dos mundos; la fiesta del poniente deja con un aliento absorto a quien lo contempla. La llegada de la noche abraza los huesos ateridos como advertencia de un clima de desierto. Dalilesco o no, su paisaje, casi que en los límites de la irrealidad, ha sido el mayor viaje onírico de mi vida. Ni un retoño de árbol, ni una raíz de nada, todo cielo, absolutamente todo es cielo.

Alrededor de 70 mil dólares produce una exportación de 10 toneladas de carbonato de litio de Bolivia a China. El elemento solido más liviano de la tabla periódica es el principal componente en los fármacos para el tratamiento y prevención del trastorno bipolar, y se extrae, en su mayoría, del salar de Uyuni. 6.500 millones de toneladas de litio alberga bajo sus capas salmueras. 3.500 millones menos que las toneladas de sal.

El pueblo de Uyuni parece un lugar adormecido en la cronología. En su memoria está anclado el progreso y las edificaciones actuales parodian –como un espejismo de sus sales- el auge del turismo. La moneda proveniente del auge, corroída tal vez por el aire salino del viento, pasa rajando el rostro de quienes habitan y visitan. Calles destapadas y construcciones a medias, un estado de desalojo aun en medio de la mayor congregación turística por su principal atractivo.

Como un recordatorio de glorias pasadas se hallan esparcidos sobre una zona agreste, a unos cuantos kilómetros del centro de Uyuni, los cadáveres de vagones y locomotoras del siglo XIX. Quizá, la época de mayor crecimiento económico del país, hoy por hoy un montón de hierro oxidado y fetiche del turismo. A finales del diecinueveavo siglo está era una ruta de gran importancia, sirvió para transportar minerales como estaño, plata e incluso oro. Fue el primer lugar de Bolivia donde se escuchó el silbido de un tren. Allí se tendió la primera línea ferroviaria del país en 1899, que unía Uyuni con Antofagasta (hoy territorio Chileno).

La oferta de tours para visitar el salar abunda en las calles del pequeño pueblo. Una vez que has desembarcado el bus en el planchón que hace las veces de terminal, tendrás que evadir, como todo un experto, el acoso de vendedores y charlatanes. Para mí, que vengo del caribe, esto era casi que pan comido, la excepción: la agilidad de algunos bolivianos en el arte de vender. Algunos lograran rebanarte el aliento que escasamente llega a los pulmones a tantos metros del nivel del mar.

Pasando el cementerio de trenes, después de un leve trayecto sin encontrar una sola sobra de árbol, de repente se descubre un horizonte espesamente blanco, o azul, o tierra, o cielo. Es quizá la literalidad del panorama en la utopía de Galeano, aquí el horizonte solo te permite seguir y seguir soñando. Tal vez, incluso, antes de caminar sobre el suelo agrietado del desierto, la sola idea de saberte en medio de este lugar te hará sentir extasiado.

Sin lugar a dudas, el panorama que recrea el salar de Uyuni en Bolivia transmite un sentimiento a la vista insuperable. El horizonte es una imagen infinita, etérea, mucho más cuando sus suelos están ligeramente cubiertos de agua. Ese vasto terreno sin orillas alberga todo en su simpleza.

Al final de esa llanura rajada de grietas y humedecida en sus sales, solo podremos depender de la imaginación si la inmortalidad se pinta de esta manera.

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Algunas semanas antes había comprado en La Paz un par de rollos vencidos. La ya advertida imperfección de los negativos logró captar, de alguna química manera, las sensaciones extraterrenales de ese momento.

Esta pequeña galería es el resultado de una ensoñadora experiencia:

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