Las cuevas de libros


Por Fabian Ariel Gemelotti

Soy un comprador compulsivo de libros. Y un lector compulsivo.
¿Por qué compramos libros? La compra de libros la llevo desde la adolescencia cuando recorría en bicicleta las librerías buscando novelas de Verne. ¿Por qué Verne? Buscaba de todo, pero Verne me fascinaba desde los ocho años cuando leo La vuelta al mundo en ochenta días. Después mi tía me llevó a ver el filme al Madre Cabrini y me fascinó. Así que me hice un lector de Verne. Iba en bicicleta por toda Rosario y caía en esas cuevas polvorientas que ya no existen. Dejaba la bici y me sumergía en los estantes y me quedaba horas ahí buscando libros. Un día veo Veinte mil leguas de Verne y el Robinson Crusoe de Defoe. Dos libros rotos pegados con cinta scotch y muy sucios. Ediciones Anaconda, años cuarenta. Me los llevé y los devoré en tres días. 

Comprar libros no es un hobby porque un hobby es algo que se hace en el tiempo libre. Y yo ocupo todo mi tiempo en leer y buscar libros y no es una mera diversión. ¿Por qué compramos libros? De Verne me leí todo lo publicado y vuelvo a Verne todos los años y releo sus novelas con la misma pasión de mi adolescencia. ¿Por qué releer? Releemos porque nos gusta un libro mucho. Céline merece ser releído. Fante otro autor que vuelvo muy seguido. Salgari también.

¿Cuál es el libro que más amo? Amo muchos libros y no podría definirme por uno en particular. Hay un libro anónimo que compré hace años. Una edición sucia, rota y mal encuadernada. Falta la tapa y no sé quién lo escribió. No hay datos de editor y de nada. Al no haber datos es un libro anónimo con autor o un libro con autor anónimo; eso solía decir Umberto Eco de los libros así. Era hermoso encontrar libros así para regocijo del lector/buscador. Ese libro lo veo un día en una mesa de saldos, estaba amontonado juntando mugre. Es una historia del siglo Uno de los primeros cristianos. Es fascinante, muy bien escrito. No le debe envidiar nada a Crosan o a autores que escribieron obras maestras del siglo Uno. Ese libro es uno de mis preferidos. Ya saben que Verne es de culto para mí. También Salgari. Me gusta Chase el inglés del policial de suspenso. Y me fascina El desierto de los tártaros de Buzzati; lo releí unas treinta veces.

Dumas me fascina también. El Conde de Montecristo es una obra maestra, que quizás no lo escribió Dumas. Edmundo Dantés es creación de Dumas pero al libro dicen que lo escribió «un negro literario». Los «negros» se les decía en el siglo 19 a los que escribían por un salario y los famosos ponían su firma. Son difamaciones a Dumas muchas veces con una mala intención.y mucha información falsa.

William Shakespeare tuvo sus negros literarios leí muchas veces de autores que presumen de «cultos». Bacon es el autor de textos del inglés dicen malas lenguas. Todas conjeturas mal intencionadas. Borges colabora en esas conjeturas, un autor que nunca pudo escribir una novela pero escribió buenos ensayos; pero conjeturaba mucho Borges y no andaba en bicicleta. Pero qué importa si tuvo negros literarios o no Dumas. Uno iba con la bicicleta a buscar libros de Verne, Salgari y Dumas. Y buscaba historieta, especialmente las de Columba. Y a veces aparecía alguna revista brasileña o norteamericana con tetas. Ediciones Anaconda siempre a la vista porque ahí estaba Verne y Salgari y Dumas. Se conseguían por monedas. Ahora son para coleccionistas. 

Hay algo generacional en la lectura y las generaciones mueren. Va a llegar un momento que no va a haber más lectores y el libro será un objeto despreciado como lo es un barrilete ahora. Pero para cuando pase estaré muerto. No pienso en eso porque es hacer futurismo que no veré en vida.

Las librerías de viejo fueron una búsqueda de libros y con poco dinero uno se hacía lector. Había miles en Rosario. Ya hablé de eso en mi libro Las librerías de viejo de Rosario. Ahora hay vendedores de libros, el librero no existe más porque se lee muy poco y porque ya nadie anda en bicicleta recorriendo cuevas. No hay cuevas, no hay mugre, no hay libros rotos. Uno entra ahora a una librería de usados y te atiende un tipo que parece un empresario  bañado en desodorante barato y te mira con ojos de codicia. Piden cualquier cosa por basura. Se creen que saben de libros y no saben nada. Podrían vender chocolate o bananas como vender a Verne.

Las librerías de viejo fueron parte de una generación que leyó todo y sabía de libros y como decía Shopenhauer: «morir es necesario porque la muerte es el olvido de un pasado que nunca volverá». El gran pensador alemán también fue otra obsesión de mi búsqueda por librerías de viejo.

Ayer ordenaba mis libros y veía primeras ediciones y ediciones raras y libros de encuadernaciones que ya no vienen y me decía que todo eso lo compré por monedas. Ahora los vendedores de desodorante berreta te piden cualquier cosa por libros que antes encontrabas revolviendo entre la mugre de las librerías de viejo. Y no era que los libreros perdieran plata, vivían y era un laburo. Pero los libreros leían libros y no eran como ese vendedor de una librería de Rosario que el otro día me quería pasar vendiendo una porquería satinada de carbón.

LA LITERATURA DE AVENTURAS, LA HISTORIETA, EL POLICIAL Y LA CIENCIA FICCION DISTOPICA YA NO INTERESA PORQUE FUERON PARTE DE OTRO MUNDO Y DE TIEMPOS DONDE LEER NO ERA UN HOBBY SINO UNA AVENTURA DE BUSQUEDA DIARIA DE LIBROS EN LAS CUEVAS POLVORIENTAS LLAMADAS LIBRERIAS DE VIEJO.

Fabian Ariel Gemelotti

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