¿Lo que el cuerpo nos enseña o lo que nosotrxs le enseñamos al cuerpo? Entrevista a Daniel B. Chávez


Enfatizar el conocimiento corporal que también es la experiencia de haber vivido y no solo desde los entrenamientos corporales, es enfatizar la vida misma.

Desde México nuestro director de comunicaciones Alí Majúl abordó a Daniel B. Chávez, uno de los referentes más importantes en el mundo del performance en Iberoamérica. Chávez, es un intelectual militante, artista de performance, y activista transfeminista transgénero. Forma parte del colectivo la Pocha Nostra, co-dirige el dueto arte-vida de performance Proyecto Inmiscuir con Dani d’Emilia, colabora en la plataforma Arte Acción en Chiapas y maneja su propia praxis de performance. Actualmente, está terminando su tesis doctoral en estudios de performance por la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill.

Habló sobre la pedagogía del performance, cuerpo, colonialidad, decolonialidad, comunidad, arte vivo, sobre problemáticas similares de Colombia y México y cómo se reparan los cuerpos después de las guerras. Algo muy importante en la conversación, es sobre qué es lo que pasa después del terror, de las lágrimas, del dolor, la opresión desde lo corpóreo.

Mucho se habla del performance, por ejemplo en Colombia siempre se escucha como referentes y maestros a María Teresa Hincapié, José Alejandro Restrepo, Edwin Jimeno, Alfonso Suárez, Yesid Calderón, entre otros. Pero en México tenemos un referente voltajudo que es usted, ya tiene una línea de investigación definida, es por eso, que me interesa saber cuál es su propia praxis del performance, la articulación del performance con los discursos coloniales y decoloniales, el cuerpo y el performance con los estudios de género.

Para comenzar, es un gran honor que alguien me considere un referente del performance en México. No sé si merezco este honor, pero te agradezco el piropo. En particular porque viene desde Colombia, un lugar muy cercano a mi corazón y alma por múltiples razones. También es importante decir que, como se evidencia en mi trabajo pero vale la pena repetir/hacer claro, soy migrante a México. Sí soy mexicano, soy mexicano al estilo Chavela Vargas cuando dijo, «¡Los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana!». Soy muy antinacionalista por naturaleza y mi vida ha sido de cruzar fronteras y romper con esencialismos y purismos de todo tipo. No me interesan y no me sirven. Me gustaría recibir la ciudadanía un día en este país u otra de Abya Yala pero no por pertenecer a una nación. Un papel nunca me va a decir esto. México es mi hogar, mi lugar de enunciación, donde más me he arriesgado mi cuerpo y vida y donde quisiera quedarme por largo rato. Si no me quedo aquí toda la vida, pues luego preferiría irme a otro lugar de Latinoamérica/Abya Yala. Comienzo desde aquí porque siento que parte del trabajo de la decolonialidad desde el performance es entender las complejidades de nuestras vidas y pensar en la vida como nuestrx magnum opus. Así lo pienso yo. Entonces, ser un afrodescendiente Cherokee mulato trans es una posición bastante precaria y peligrosa en muchas partes del mundo. No lo niego. Pero también llegué a estas tierras por llamados ancestrales incesantes que tenía que no me dejaban en paz. Ahora, estoy en paz. No soy un transeúnte paseando, hippie, turista, o imperialista. Hay personas como yo que venimos de minorías dentro de los grandes imperios. Entonces, homogenizar las personas basada en una nacionalidad que encarna historias de terror es omitir las propias historias de terror que nuestra gente ha vivido. Las cosas no son tan binarias como solemos hacer para las luchas sociales. Me desidentifico. Reivindico mi derecho a ser mariposa y monstruo, mariposa-monstruo. Mis compromisos políticos y personales están aquí y daría mi vida por defenderlos. He perdido el miedo a la muerte. Vine para buscar una vida más digna y honrar mis ancestros. Es una vida que sigo tejiendo, construyendo y curando. Aquí, casi todas mis mejores amistades también son seres diaspóricos e hiper complejos. Quiero honrar estos espacios, aún dentro de un contexto geopolítico tan complicado y nacionalista como México como otro espacio periférico. Una periferia que recuerda las migraciones forzadas y escogidas que nuestros ancestros y que nosotrxs escogemos. Somos muchxs.

México es el lugar donde realmente pude devenirme como performerx. Lo anteriormente dicho es mi locus de enunciación para mi praxis. Mi praxis se basa en la articulación y transformación corporal. Pienso en el cuerpo como un canal de energías muy potentes. Tenemos que cuidar esto mucho porque puede ser peligrosísimo. Si hay algo que he tenido que aprender constantemente es cómo cerrar estos canales que abro, porque afecta todo tu ser. Esto es lo que amo y esto es lo que me da miedo del performance y por qué seguir haciéndolo. Parte del performance en este sentido, para mí, es romper con los patrones coloniales de las artes escénicas. Los entiendo muy bien porque los viví. Entrené como una mujer de color en ballet clásico en una escuela profesional desde los cuatro años hasta el final de la prepa. Como tanto, aprendí varias cosas muy negativas como qué significa ser un cuerpo constantemente racializado y nunca sentirme suficientemente femenina. Desde el performance, pude usar mi cuerpo racializado a mí manera como fuerza, como ancestralidad, como memoria colectiva y también devenirme en un género no-binario que no le interesa los cánones hegemónicos de la feminidad ni de la masculinidad. Esto es parte de lo que el performance ofrece. Siento que estos procesos tienen que ver con una descolonización corporal. La descolonización no tiene llegada ni final y está marcada y cruzada por matrices hiper coloniales. Es un camino por asumir corporalmente; una reflexión crítica e interna constante. Entonces los discursos de colonialidad, decolonialidad y género nutren mi praxis pero también creo que el performance interrumpe a la hiper discursividad que vivimos. Pues si el cuerpo también es discurso entonces por qué no lo dejamos ser. La poesía corporal, la sintonía con elementos naturales, las interrupciones de las temporalidades que normalmente vivimos son gran parte de este trabajo.

Hablando un poco sobre la pedagogía decolonial hay un aporte muy significativo y es el del conocimiento con la práctica corporal. Pero, ¿por qué el conocimiento se debe crear a partir de la práctica corporal con la implementación comunitaria? 

Pues, somos cuerpos, no. La pedagogía decolonial me ha servido mucho para pensar el cuerpo y el performance. Pero para mí, el conocimiento que no se pasa por el cuerpo, no es conocimiento. Lo que aprendemos de libros se queda estancado en la cabeza, pero lo que queda marcado en nuestros cuerpos hasta se puede afectar nuestro ADN, como ya han comprobado varios biólogos. Entonces, enfatizar el conocimiento corporal que también es la experiencia de haber vivido y no solo desde los entrenamientos corporales, es enfatizar la vida misma. Si reconocemos estos cambios tanto a niveles moleculares como afectivos, tenemos que tirar el elitismo por la ventana. Por ejemplo, una de mis prácticas corporales que más me ha enseñado en la vida es el trabajar la tierra y el campo. Cuando aprendes a nutrir la tierra, sembrar, cosechar, y hacer ejercicio físico desde ahí y no desde unos modelos occidentales del cuerpo y desde la estética, hay muchísimo que aprender y desaprender. El cuerpo registra este trabajo, este tacto, estos olores, colores y sabores y cambiamos de una manera profunda. Deseo que todos los seres podamos conocer y encontrar prácticas así. Creo que es una memoria ancestral para mí y hacerlo es resignificar trabajos que mis ancestros les forzaban a hacer.

La implementación comunitaria tiene todo que ver con el hecho que somos seres sociales. Necesitamos unx al otrx. Creo profundamente en las cosmovisiones mayas que nos dicen que solo soy yo porque tú eres tú y «tú eres mi otro yo.» Es una visión del mundo que no tiene que ver con la codependencia, un patrón afectivo síntoma del occidentalismo colonial, sino la convivencia con los demás, cada uno siendo lleno y pleno. Pero al nivel pedagógico y personal, te puedo decir que en varias experiencias al nivel pedagógico-interpersonal, cuando pones dos cuerpos juntos o entras en un espacio comunitario, todos los egoísmos salen, y las proyecciones con ellos. Esto es el peligro del performance. Está hecho para ampliar la visión de la realidad no para protegernos de ella. Mucha gente no aprende a poner fronteras saludables tanto emocional como físicamente con los demás. Esto es un legado colonial. Nadie es responsable por nuestros ambientes emocionales ni espirituales, excepto nosotrxs mismxs. Es una de las propuestas fundamentales del performance cuando está bien logrado. En lugar de decir, «tú eres mi otro yo» y por tanto «eres libre,» aprendamos a insistir en controlar nuestras ansiedades y necesidades más profundas. Ni nos damos cuenta. Esto hace muchísimo daño. Volver al cuerpo desde otro paradigma nos ayuda a romper con estos patrones. Tenemos que desaprendernos de ellos. Es trabajo arduo pero también necesario en todas nuestras luchas. Entender nuestros cuerpos es tomar responsabilidad por nuestras historias, legados, traumas, ancestralidades y demás.

En esa misma pedagogía del performance tenemos que mencionar a otra mujer como lo es Catherine Walsh, militante, activista, intelectual, directora del doctorado en estudios latinoamericanos en la Universidad Simón Bolívar, Ecuador y un referente para muchxs en Latinoamérica. Hay algo que me llama la atención y es que usted logra también adoptar de la propuesta de la pedagogía decolonial Walsh, experiencias y subjetividades con comunidades, con la periferia y con poblaciones históricamente discriminadas. ¿Cómo se puede hacer resistencia y cómo podemos despolitizar este tipo de acciones para que no sigan siendo un discurso solo para intelectuales ni mucho menos una práctica academicista?

Es muy importante señalar que Catherine Walsh ha sido una de las personas, mentoras y amigas más importantes con las cuales me he cruzado en esta vida. Tomé un seminario con ella en la Universidad de Duke sobre metodologías decoloniales, en el último semestre de los cursos de mi doctorado. Me invitó ser parte del próximo tomo de Pedagogías Decoloniales que saldrá pronto por Abya Yala. Su reto e invitación para mí fue escribir de mi práctica de performance como una pedagogía decolonial y escribir desde un lugar no-académico. Acepté el reto y dejé mi corazón sangrar en el papel. Ella me ha enseñado muchísimo sobre cómo andar en el mundo y cómo construir un proyecto de vida desde la coherencia.

No creo que hacer la resistencia tiene que ver con despolitizarnos. El opuesto. Politizarnos es no permitir que nuestro discurso sea una práctica para círculos pequeños, por ejemplo si son solamente académicos. Justo ahí está la política. Una manera es seguir conviviendo con la gente, teniendo conversaciones de día a día. Por esto, salir a la calle es una de las experiencias más lindas que he tenido como performerx. Ahí está la pedagógica pública y crítica. Cuando pones tu cuerpo en una acción en el espacio público, te sorprendes de las conversaciones y las observaciones que la gente tiene. Hay mucha idea de la «gente común» como ignorante. Es una mirada bastante clasista. Tenemos que tener mucho cuidado con los prejuicios pero solo puedes hacer esto si tienes los dos pies en la tierra, como dicen. Y eso también amo del performance…que no hace falta hablar el idioma colonial (español en este caso). Hay gente que no habla español ni leen ni escriben pero no hace falta. Son intercambios en el momento desde las acciones, los símbolos, los rituales que transmiten mensajes, energías y convivencias. Unx se revive con estas experiencias porque hay un intercambio mutuo.

En esa misma línea, me gustaría saber por qué no seguir nombrando su trabajo como “arte de performance” y sí como “arte vivo”. Por otra parte, habla también de que está cansado del mundo del arte en sus espacios más convencionales y de los que tratan de revolucionar el mundo con sus discursos y están en una comodidad absoluta. 

«Arte vivo,» desde mis conocimientos, es un término que viene desde una visión o noción que el performance comenzó en el norte. Es una falacia histórica que encontramos cuando ponemos «estudios» en frente de algo. Hay que luego inventar una genealogía. Es muy difícil que las genealogías no tengan lógicas coloniales. No me interesa repetir este hábito o idea. Hay otros performerxs que han rechazado la noción de «performance» como lo que hacen. En esta pieza que te conté que viene en Pedagogías Decoloniales, propongo otro término pero no lo voy a decir aquí para que la gente se interese en leer mi capítulo, jaja! Entonces mejor no digo más aquí.

Creo que vivimos siempre con el problema de la «legitimización» artística y académica. Tiene mucho que ver con ego, acceso, a quién conoces y poco que ver con propuestas políticas. Hay que preguntarnos ¿para qué y para quién creamos? Conozco un sinfín de artistas y pensadores tan chingones que no están reconocidos por el mainstream ni de academia ni del mundo del arte. Y son varios de mis inspiraciones principales. Tenemos también que tener cuidado cómo nos damos «valor» a nosotrxs mismos y a lxs demás. Amo y respeto profundamente la humildad de seguir creando y haciendo desde las tripas, el coraje, la rabia, el corazón, sin el motivo de que mucha gente esté prestando atención. Espero e intento siempre crear desde ahí. Si tengo intercambios profundos o conmovedores con el público/testigos y luego puedo volver a mi casa, a dormir sintiéndome amado y sano, ¿a que no es el «éxito»? Ni premios, ni reconocimiento, ni dinero me llenarán así y ni son cosas que yo espero con el tipo de trabajo que hago. Soy feliz. Es nuestra venganza, que no. Y quiero seguir con el espacio y tiempo para amar y vivir en voz alta, viviendo y presenciando los cambios moleculares que este tipo de trabajo y conocimiento de otras personas trae.

En este caso, ¿si es necesario el aprendizaje, desaaprendizaje, reaprendizaje, la reflexión y la acción como una pedagogía que busque des-armar y deconstuir un arte normativizado y apunte más a una pedagogía que tenga más rigor con la práctica y el discurso? 

Clarísimo que sí. Usted lo nombra en su pregunta con las palabras de nuestra adorada Catherine Walsh. Es justo aproximar estas dos prácticas insurgentes: el performance y la pedagogía decolonial. El performance es profundamente pedagógico y la pedagogía profundamente performativa. Cuestionar la norma es el comienzo de la libertad porque si estamos conscientes por lo menos sabemos qué es lo que estamos escogiendo. La ceguera también nos está matando.

Su praxis individual lo ha llevado a trabajar por sus preocupaciones políticas en el mundo, podemos citar uno de los performances más visto en Latinoamérica como lo fue el de lxs 43 estudiantes de Ayotzinapa, entre otros que son un acto político que buscan firmemente transgredir el sistema. Colombia y México son naciones que han vivenciado el narcoterrorismo, la violencia contra las mujeres, la violencia contra lxs periodistas, un sistema que está acabando con lxs maestros y un sinfín de similitudes que son propias de nuestro territorio. Pero, ¿se puede desde el performance crear memoria, catalizar el dolor, los traumas que nos dejan las guerras, hacer resistencia a la opresión como terapia y sanación de nuestrxs cuerpxs?

Absolutamente. Como una vez nos dijo una colega, Violeta Luna, «el cuerpo es nuestro último campo de batalla.» Yo sí creo que desde el performance y el cuerpo podemos entrar en lugares muy oscuros y también salir de ellos. No me gusta hablar del performance como terapia pero sí puede ser terapéutica, sí, totalmente. También nos podemos hacer mucho daño por todo lo que abrimos, como señalé antes. Pero esto es un camino que cada unx tiene que buscar. El problema con pensarla como terapia y esperar una relación con la cual tienes con una terapeuta, con un mentor/a o instructor/a de performance es que se crean relaciones de poder muy malas y expectativas que hacen mucho daño. Esto no es el punto. Tenemos que perseguir detonantes que nos piden sentirnos incómodxs y aprender a cuidarnos y unx al otrx desde la ternura y el desapego. Desde ahí podemos confrontar los demonios verdaderos de nuestro continente, como dices. Creo que con todo el dolor, perdemos de vista a los verdaderos enemigos y nos ponemos contra unx al otrx o inventamos jerarquías de opresiones. Esto desgasta. Propongo que trabajemos estas tendencias desde el performance. Volver al cuerpo, sentirnos, abrazarnos, convivir en espacios juntxs, mixtos y aprender a expresarnos. Hacer un mundo de bien en un mundo tan alarmantemente mal.

Daniel, es usted un activista transfeminista transgénero que habla también de encarnar una masculinidad no-hegemónica y no-binaria y habla de seguir asumiendo unos privilegios cuando pasa por un varón. ¿Qué pasa con usted  y con lxs otrx sujetxs que están en tránsito y tienen que soportar las miradas amenazantes, el terror diario, el miedo que infunde una sociedad machista hegemonicapatriarcal – colonial? ¿Qué pasa con esa guerra que se suscita en sus cuerpxs, cómo se siguen construyendo, deconstruyendo y reparando?
Hay tantas historias de terror que tenemos que escuchar a diario. Muchxs vivimos con el miedo constante a convertirnos en otra de estas historias, o peor, unx de estos números. Con esta guerra que mencionas en contra de los cuerpos que no encajamos en las normas, las binarias, etcétera, estoy entrando en un momento de mi vida donde insisto en otra propuesta o más bien una propuesta paralela. Esta tiene que ver con la privacidad y lo político en lo cotidiano. Sobrevivir muchas veces es un acto sumamente político. Es lindo estar en la calle, tener una voz pública, hacer performance y viajar, pero también es lindo todo lo que no se ve en Facebook, todo lo que no se deja vigilar y debatir y juzgar públicamente. Con esto quiero decir, que también es político pasar la tarde en los brazos de la persona que amas como dos cuerpos cuirs y sentirse a salvo mirando una peli. También es lindo cocinar comida sana y descubrir música nueva de distintas partes del mundo. También es lindo presenciar el silencio de las montañas y el canto de los árboles. También es lindo tomar un café en la lluvia. También es lindo perderse en el mar. Este gozo que nos señaló Audre Lorde, el placer de lo erótico de la vida, es algo que considero sagrado y como una minoría con todas las etiquetas que defiendo públicamente, regreso a mí mismo y vuelvo a mi humanidad. Ahí también quiero vivir. Estas memorias, estos eroticismos están presentes en la forma en que interactuamos con la gente, el trabajo que hacemos, nuestras formas de andar en el mundo. Quisiera ver menos neuróticos y más gente erotizada de esta manera.

¿Lo que el cuerpo nos enseña o lo que nosotrxs le enseñamos al cuerpo?
Las dos cosas, absolutamente. El cuerpo nos dice hasta dónde. Y luego nosotrxs podemos enseñar al cuerpo el «hasta dónde» que sigue después si lo respetamos. Y también cuándo reposar y cuándo empujar. Reconocer nuestros límites es fuerza. El mundo capitalista patriarcal nos diría que esto es debilidad. Reivindico nuestros derechos a la debilidad y vulnerabilidad. Son lecciones sumamente importantes desde el cuerpo. El cuerpo es un maestro pero si no sabemos escucharle, nos esforzará a obedecer. Humildad corporal desde la ternura radical nos llevará lejos.

Por último, Colombia vivió el pasado jueves 23 de junio uno de los momentos más históricos y es el de clausurar muchos años de conflicto. Después de tantas lágrimas, dolor, terror y muertes ¿cuál debería ser la mejor pedagogía para nuestrxs cuerpxs? 

Con tantos seres queridxs colombianxs, celebro este momento histórico, entendiendo que no salvará todos los problemas en Colombia, especialmente para personas que viven en las periferias o en situaciones precarias. No soy nadie para decir cuál debería ser la mejor pedagogía para nuestrxs cuerpxs. Pero sí podría aportar o proponer una pedagogía feminista desde el amor para todxs. Sería una pedagogía de los apapachos y que aprendamos, poco a poco a comprender quiénes son nuestrxs verdaderos enemigos. No tenemos tiempo para luchar contra egos. Se nos agotó hace rato. Cuando pongamos el cuerpo en los mismo espacios, que entendamos cuál es el enemigo en común y que pongamos nuestras fuerzas ahí. Esto es mi humilde deseo en todos lados.

Entrevista a Daniel B. Chávez por Alí Majúl de Canal Cultura/Contexto | Corrección de Estilo / Carolina Caballero F. | Fotografías: Performance: Quisieron Enterrarnos…No Sabían que Éramos Semilla. Imagen por Nelly Cubillos. | Proyecto Inmiscuir Performance Detontante (con Dani d’Emilia). Imagen por Edgar De Oliveira. | Descendencia Agencia. Imagen por Aram Han Sifuentes. | Fotoperformance Decolonial X.1: (Trans)gresiones Transfeministas desde Abya Yala con Amor. Imagen por Cecilia Monroy Cuevas

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