“En Colombia, los ríos de sangre se cruzan con los ríos de oro. Esplendores de la economía, años de plata fácil: en plena euforia, el país produce cocaína, café y crímenes en cantidades locas”. El libro de los abrazos. Eduardo Galeano.
Por Rafael Bossio – Canal Cultura
Estar en la ciudad, en el cemento, caminar en frente de los cristales que nos gritan con sus expectantes luces, invitándonos a consumir, a vivir de las mercancías, de eso que alguna vez unos filósofos alemanes llamaron necesidades falsas.
Estar en la ciudad es vivir la instantaneidad de un mundo “híper”- moderno, estar en la ciudad es estar en un mundo volátil que ha crecido y ejercido su hegemonía al establecerse como el centro del crecimiento económico.
Al fin, vivir en la ciudad es vivir un tiempo fulminante.
Pero en un país que se ha violentado por la disputa de sus riquezas: afortunado con la salida por el Pacifico y el Atlántico, con una diversidad en climas, en flora, fauna, riquezas mineras y abundante reservas forestal; ha hecho caer el tiempo, fácilmente distinguible por su espacio urbano y rural.
Los altos grados de violencia encarnada han redirigió los tiempos y empujó a las gentes de los pueblos y a los ciudadanos del cemento a vivir una modernidad llena de conflictos, de desplazamientos masivos: de la riqueza del campo a los cordones de pobreza de la ciudad.
Y por otro, obligó a las ciudades a ser los espacio protagónicos de una guerra que germinó al expulsar a aquellos diferentes, en aquella política de la intolerancia, bautizada como el Bogotazo (9 de abril de 1948), aquellos que luego serían llamados bandoleros, continuado guerrilleros y hoy, terroristas.
Corto documental «LAS PALMAS» sobre víctimas y conflicto armado:
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