Se sueña la democracia perfecta, los ramos de olivos colocados sobre cabezas sabias, discutiéndose sobre los asuntos de la polis, pensando en sofia, pensando en la guerra, hablando de paz, analizando racionalmente la eficiencia de la administración pública, hablando de crecimiento económico, hablando de cultura etc. En fin, esa democracias solo de libros, de discursos, de sueños, de deseos, de alegrías, democracias sin hambre y de buen aspecto, democracias que se bañan en fragancias Chanel, democracias que asisten a cócteles, democracias tomando el sol el fin de semana, democracias leyendo un libro, democracias sin largas colas o filas, democracias con hospitales, democracias sin clases, democracias con el closet a reventar, democracias escuchando música, democracias viendo un film a cada tanto, democracias durmiendo ocho horas, democracias con tres comidas al día; aunque la magia de la realidad nos conducirá tarde o temprano al desengaño democrático. La historia democrática de América Latina es esa, su inicio guiado por un sueño, finalizado por una realidad.
¿Qué es la democracia? se suele interrogar en colegios, universidades, en la calle, en la casa, en todas partes. Los estudiantes de derecho mecanografiaron en sus memoria el concepto de Lincoln, ‘Democracia gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo’, quienes no hemos estudiado solo imaginamos el salvaje mundo político. ¿Cuál es entonces la esencia de la democracia?, obviamente no es el sueño, tampoco es la realidad que niega el funcionamiento del sueño. ¿Dónde encontramos el rasgo distintivo de esta forma de gobierno?, ¿que la hace ser tan diferente a una dictadura?, ¿cómo diferenciar entonces una democracia fallida de una democracia funcional?, ¿qué diferencias esenciales encontramos en un modelo tercermundista de democracia a un modelo del primer mundo?, bueno.., existen desarrollos teóricos que echan abajo mis inquietudes, eso es cierto, pero la respuesta que sugieren es incompleta porque son parte del sistema de sueños, finalizados por una realidad.
La democracia es por ahora cinismo, su rasgo distintivo es el engaño, quien se materializa en todos los cuadros o escenarios en que creemos que actúa la democracia, en proceso electorales, en procesos de decisión legislativa, en procesos judiciales o de administración de justicia, en un proceso de dialogo ciudadano etc., todo está envenenado por el engaño que suponen las instituciones de la democracia, y la naturaleza de ese engaño obedece a la falsas expectativas creadas alrededor del modelo democrático, de una forma disimulada se intenta mantener un equilibrio entre desproporciones de masa y densidad de los lados que tiran egoístamente, en una democracia se compite entre amistades y se envidian entre iguales, desde las situaciones más elementales de una conducta se observa el error tolerante del modelo democrático, allí no solo no ganan las mayorías, además pierde el pueblo, vence solo el modelo.
La condición equivocada no se encuentra en la naturaleza humana como lo sostuvo la filosofía contractualista del siglo XVII y XVIII, la insostenibilidad de una democracia se encuentra puesto al descubierto en su misma intención, democracias cínicas que eligen presidentes, democracias aún más cínicas que no eligen, democracias en funcionamiento a través medios masivos de comunicación, democracias enteras con la vida pegada a encuestas, democracias de armas, democracias de palabras, democracias de sueños y utopías; que viva la democracia aunque esta cada día asesine al pueblo.
Justo en ese espectáculo, en esa fiesta en que se dobla la imagen democrática y el dictador se convierte en caudillo, el caudillo en voz del pueblo y el pueblo en democracia, justo en ese flexo, justo en ese rizo, justo en la encorvada, habita el modelo democrático.
Lautaro Müller – Opinión Canal Cultura: Laberinto del Minotauro
¿Qué es la democracia? ¿Funciona?
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