Faranduling in Cartagening


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¿Qué sentido tiene privilegiar a los famosos en escenarios que nada tienen que ver con su campo de trabajo?

Santiago Rivas / @Rivas_Santiago

El Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias, FICCI, es un evento que reúne a todas las facetas de la creación audiovisual, no solamente a los creadores del cine. Publicistas, actores, periodistas y gente de la televisión, como nosotros. Es un evento que ha mejorado notoriamente en los últimos años, gracias a que ha profundizado en las cosas que importan y ha buscado alejarse de las irrelevantes. Sin embargo, muchas de esas banalidades dañinas persisten y se reúnen en una sola palabra, que a muchos atrae y a otros simplemente nos abomina: farándula.

Es increíble hasta qué punto somos capaces de sostener sistemas y mentalidades que nos hacen daño. Cartagena, ya se sabe y lo he dicho muchas veces, es la capital nacional de la desigualdad, y por eso se le relaciona con todo tipo de farándulas y élites. El FICCI ha sabido desmarcarse, en la configuración de su programa y el carácter de sus invitados, de una concepción “farandulera”. Vienen menos actores y más directores, gente que tiene menos reconocimiento, pero que atrae más a los interesados en el noble oficio de contar historias.

Sin embargo, en este país es fácil que la farándula se cuele por las rendijas y nos haga padecer, una vez más, los perjuicios de tener una cultura tan arribista y tan dada a la segregación. No creo que sea el fin del mundo, pero sí enmarca una desigualdad que, a medida que avanzó el Festival, se hizo cada vez más notoria y más injusta.

Me explico: para mí, todo empezó el día en que Kiarostami se disponía a dictar su master class, a la cual muchas personas querían entrar, porque, para ellas, esa era la razón principal de su asistencia a Cartagena. Entre estas personas siempre se cuentan estudiantes, de la Nacional o de cualquier universidad, que por cuenta de su bolsillo estudiantil se encontraban en plena economía de guerra, metidos de a ocho por habitación, solamente para poder ver a la gente que hace que cada año el FICCI sea un evento que vale la pena visitar. De hecho, ese día fue sábado 15, día de la farándula, porque esa noche era la entrega de los premios India Catalina.

El caso es que los encargados de la puerta, ignorando el largo tiempo durante el cual los asistentes acreditados al festival hicieron fila, dejaron pasar primero a un montón de famosos, actorcitos y actorazos por igual, con sus parejas algunos, pero en fin, famosos. Por cuenta de esto, muchos de los que hicieron fila se quedaron por fuera (más de los que normalmente). Los famosos y privilegiados no duraron más de media hora en el recinto, tiempo durante el cual estuvieron, además, pegados a sus smartphones. Una falta de respeto por donde se le vea.

Este, por supuesto, no fue el único episodio. Durante el resto de los días, tuve la oportunidad de ver y oír las historias de los mismos comediantes y actores, haciendo caso omiso de las filas para entrar a las presentaciones, charlas, clases y otros eventos centrales del Festival. Fue tan notorio que la farándula terminó siendo objeto de groserías por parte de los asistentes indignados, cansados de verlos actuar como si fueran mejores que los demás. Tan notorio, que he decidido dedicarle un artículo completo a este problema, porque en medio de todo refleja lo que está mal con nuestra cultura, de cabo a rabo.

¿Qué sentido tiene privilegiar a los famosos en escenarios que nada tienen que ver con su campo de trabajo? ¿Qué gana el festival de cine más grande del país cuando aliena a la gente que paga por entrar a los eventos y los somete a la burla de esa desigualdad tan desmotivadora? No creo que sea el fin del mundo o de la civilización, pero creo que, en aras de avanzar, como cultura, como país y como medio, tenemos que empezar a desmarcarnos de nuestro elitismo cultural.

Es normal que la gente admire a los famosos, porque gran parte de lo que entendemos como “la realidad” pasa a través de sus caras y sus voces pero, de hecho, este elitismo, aparte de ser un irrespeto con la gente que hizo algo tan sencillo como una fila, es el que a la larga desconoce el trabajo de directores, productores, sonidistas, guionistas y el larguísimo etcétera de personas que, al igual que los actores y presentadores, están cumpliendo con un trabajo y que hacen parte de la misma maquinaria. Seguir desmarcándose de la farándula beneficiaría al Festival porque nos daría, en términos precisos, una declaración sobre la forma en que se entiende el cine desde su entidad promotora más grande, que no debería verse maniatado ante el magro poder de los que, en este momento de la vida, están de moda. Tan simple como eso.

Fuente, más opiniones del autor: www.enorbita.tv

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